A continuación, te ofrecemos una guía práctica con claves para elegir la paleta ideal para cada ambiente, logrando equilibrio visual y una sensación de unidad en toda la casa.
Los colores tienen la capacidad de generar sensaciones. Algunos transmiten calma, otros estimulan la creatividad, la concentración o la energía. Por eso, antes de elegir una paleta, es fundamental preguntarse qué uso tendrá la habitación y qué sensaciones queremos generar.
Colores fríos como los azules, verdes y lilas suelen asociarse con la serenidad, por lo que son ideales para dormitorios, baños o espacios de descanso.
Colores cálidos como el rojo, naranja o amarillo transmiten energía, calidez y dinamismo, siendo más adecuados para cocinas, comedores o salas de estar.
Colores neutros como el blanco, gris, beige o arena aportan elegancia, luminosidad y versatilidad, y funcionan como base perfecta para cualquier estilo decorativo.
1- Empezá por un color base
Una forma efectiva de lograr cohesión en el hogar es elegir un color base neutro que funcione como hilo conductor entre todos los ambientes. Puede ser blanco roto, gris claro, arena o marfil. Este color puede estar presente en paredes, techos o grandes muebles, y permite que otros tonos destaquen sin saturar visualmente el espacio.
A partir de este color base, se pueden ir incorporando acentos de color en cada habitación, manteniendo así la armonía general del hogar.
2- Considerá la luz natural
La iluminación natural influye directamente en cómo percibimos los colores. Una misma tonalidad puede verse muy diferente según la orientación de la habitación o la hora del día.
Las habitaciones con orientación norte suelen tener luz fría, por lo que se benefician de tonos cálidos que compensen.
Las habitaciones con orientación sur reciben luz más cálida, lo que permite utilizar tonos fríos sin perder calidez.
En espacios con poca luz natural, conviene evitar colores oscuros que achiquen visualmente el lugar, y optar por tonos claros o reflectantes.
3- Elegí una paleta para cada habitación… pero con coherencia
No es necesario que toda la casa tenga el mismo color, pero sí es importante que exista una transición fluida entre los ambientes. Una buena estrategia es mantener la misma gama o temperatura de color (todos cálidos o todos fríos) y jugar con distintas intensidades o combinaciones complementarias.
Por ejemplo, si en el living predomina un verde oliva suave, en el comedor se puede usar un verde más intenso o complementarlo con toques de mostaza o terracota.
4- Tené en cuenta el mobiliario y los materiales
Los colores no se eligen en el vacío. Es fundamental considerar qué muebles, textiles y materiales va a haber en la habitación. Si ya tenés un sofá azul oscuro o una mesa de madera natural, el color de las paredes debe integrarse con estos elementos en lugar de competir con ellos.
Un buen truco es armar una moodboard (tablero de inspiración) con muestras de color, fotos de los muebles, telas y pisos. Esto ayuda a visualizar el conjunto antes de tomar decisiones.
5- Usá la regla 60-30-10
Una regla clásica del diseño de interiores para lograr equilibrio es la proporción 60-30-10:
Esta fórmula ayuda a mantener el orden visual y a evitar la sobrecarga cromática.
6- Animate a los contrastes (con equilibrio)
Los contrastes bien aplicados pueden aportar dinamismo e interés. Una pared de acento en un color profundo, como azul petróleo o terracota, puede realzar el espacio sin oscurecerlo si se equilibra con tonos neutros y buena iluminación.
Lo importante es que el contraste no sea excesivo ni disonante. Si elegís un color vibrante, compensalo con detalles más suaves y una paleta equilibrada.